dijous, 7 d’octubre del 2010

ERIKA...

D'entre les mil tonteries que circulen a la xarxa avui n'he rebut una que m'ha emocionat; us la transcric

La historia de Erika

Nota de la autora
En 1995, cincuenta años después de la 2a Guerra Mundial, conocí a la protagonista de esta historia.
Mi marido y yo estábamos sentados en un banco en Rothenburg, Alemania, mirando cómo un equipo de limpieza recogía del suelo un montón de tejas rotas del ayuntamiento. La noche anterior, un tornado había arrasado este hermoso pueblo medieval llenando sus calles de escombros.
Un comerciante entrado en años que andaba por allí nos dijo que aquella tormenta había causado tantos daños como el último ataque de las tropas aliadas en la guerra.
Cuando el comerciante volvió a atender su negocio, una mujer que estaba sentada a nuestro lado se presentó a sí misma como Erika. Nos preguntó si estábamos de viaje. Cuando le dije que sí, que habíamos estado estudiando durante dos semanas en Jerusalén, nos respondió con tristeza que siempre había deseado visitar esa ciudad pero que nunca se lo había podido permitir.
Observé que llevaba al cuello una cadena de oro con una Estrella de David, así que le comenté que, después de estar en Israel, habíamos pasado por Austria donde visitamos el campo de concentración de Mauthausen. Erika nos dijo que en una ocasión había llegado hasta las mismas puertas de Dachau, pero que no había sido capaz de entrar.
Entonces nos contó su historia.

Entre 1933 y 1945, seis millones de los míos fueron asesinados. Unos murieron de un tiro. Otros murieron de hambre. Y otros muchos murieron en hornos crematorios o asfixiados en cámaras de gas.
*
Nací en 1933.
No sé mi fecha de nacimiento.
No sé qué nombre me pusieron.
No sé en qué ciudad o en qué país vine al mundo.
Tampoco sé situve hermanos.
Lo que sé con certeza, es que cuando apenas tena unos meses me salvé del Holocausto.
Muchas veces trato de imaginar cómo sería la vida de mi familia durante las últimas semanas que pasamos juntos. Me imagino a mis padres despojados de cuanto poseían, obligados a abandonar su casa y forzados a vivir en un gueto.
Quizá después nos trasladaron a otro lugar. Mis padres debían de estar ansiosos por abandonar aquella zona de la ciudad cercada con alambres de espino en la que habían sido recluidos. Querrían huir del tifus, del hacinamiento, de la suciedad y del hambre. Pero, ¿se imaginaban dónde iban a acabar? ¿Les habí an dicho que los llevarían a un lugar mejor? ¿Un lugar donde hubiese comida y trabajo? ¿Habían oído hablar de los campos de la muerte?
Me pregunto qué sintieron mientras eran conducidos como un rebaño a la estación de ferrocarril junto con otros cientos de judíos. De pie. Apiñados en un vagón para ganado. ¿Tuvieron miedo al oír el golpe seco del cerrojo de la puerta?< /div>
Seguramente el tren fue de pueblo en pueblo, atravesando hermosos paisajes, extrañamente ajenos al terror.
¿Cuántos días estuvimos en ese tren? ¿Cuántas horas estuvieron mis padres soportando aquel hacinamiento?
Me imagino a mi madre acurrucándome entre sus brazos para protegerme del hedor, de los llantos y del miedo que había dentro de aquel vagón. Sin duda, en ese momento ya sabían que no nos dirigíamos a buen lugar.
Me pregunto dónde estaría ella. ¿En mitad del vagón? ¿Estaría mi padre a su lado? ¿Le dio ánimos? ¿Hablaron de lo que podían hacer?
¿En qué momento tomaron la decisión?
¿Cómo se abrió paso mi madre entre tanta gente para llegar a la pared de madera del vagón?
¿Diría: “déjenme pasar por favor...por favor...por favor...”?
Mientras me envolvía con cariño en una manta, ¿susurraría mi nombre? ¿Me llenaría la cara de besos y me diría cuánto me quería? ¿Llora ría? ¿Rezaría?
Quizá mi madre, cuando el tren redujo la marcha al pasar por un pueblo, miró a través del ventanuco del vagón; y con la ayuda de mi padre, forzó el alambre de espino que cubría el hueco. Probablemente me aupó por encima de su cabeza, hacia la tenue claridad que por allí entraba.
Lo único de lo que estoy segura es de lo que ocurrió después.
Mi madre me tiró del tren.
Caí sobre la hierba, junto a un paso a nivel. La gente que estaba esperando a que pasara el tren, vio cómo me arrojaban desde un vagón de ganado.
En su camino hacia la muerte, mi madre me lanzó a la vida.
Alguien me recogió y me entregó a una mujer para que me cuidara.
Ella arriesgó su vida por mí. Calculó mi edad y me puso una fecha de nacimiento.
Decidió que me llamaría Erika. Me dio un hogar, me alimentó, me vistió y me mandó a la escuela.
Fue buena conmigo.
A los veintiún años me casé con un hombre maravilloso. Él me liberó de la tristeza que a menudo me embargaba y supo entender mi deseo de formar una familia. Tuvimos tres hijos y ahora ellos tienen sus propios hijos. En sus caras, me reconozco a mí misma.
Alguien dijo un día que nosotros llegaríamos a ser tantos como estrellas hay en el firmamento. Seis millones de esas estrellas se apagaron entre 1933 y 1945. Cada una de ellas era uno de los míos cuya vida fue destruida y cuya familia fue tronchada como un árbol.

Y mi estrella todavía brilla en el cielo.

Ruth Vander Zee
La historia de Erika
Pontevedra : Kalandraka, 2005

7 comentaris:

Striper ha dit...

La red plena de valors i coses interesants i de vegades de absurds. Bon dia.

I. Robledo ha dit...

Amiga, me hiciste recordar algo que escribi no hace mucho, en unos tiempos en que tu todavia no existias...

http://imagenes-palabras.blogspot.com/2009/11/alambradas.html

Un abrazo, Sargantana

lisebe ha dit...

També ho vaig rebre i amb va emocionar.. a vegades la xarxa porta cosas que et fan pensar oi??
Vaig a llegir el post de Antiqva..

Petonets guapíssima

Anònim ha dit...

Que fàcil ( i còmode!) es palar dels nazis dient que eren (són?) uns monstres, gent d’un altre planeta. Que difícil es fer-ho sense oblidar que van ser persones, èssers humans com nosaltres. Tot perd sentit. Com la Història. Història de llibres, de paper, de paraules... Comprable, com tot. Vendible, com tot. Construible, com tot. Va ser a Praga: una ciutat meravellosa feta de música i aigua. Fins la Sinagoga. Allà va començar un infern que, per primera vegada en la meva vida, em va fer sentir vergonya de la meva condició de membre de l’espècie humana. A les pareds els noms, un per un, de tots els membres de la comunitat que van ser assassinats. En una sala al costat, els dibuixos fets pels nens mentre esperàven el tret o el gas. Vaig pensar: podrien ser, perfectament, dibuixos fets pels meus fills. Allò era Història de persones, sense paraules, sense construcció. La Història d’un horror. I, ara, sembla que tornen, els nazis; o deportem gitanos des de la pàtria de la revolució i dels drets de l’home i del ciutadà. I nosaltres, farts de tot, europeus politicament correctes, deixem fer. Si hi ha una Europa de veritat es diu Erika. Salut.

Pakiba ha dit...

Sargantana esta historia es tremenda, me la contaron en un viaje que hice por alemania y cuando llegamos al campo de Dachau, es tan impresionante y te vienen tantas cosas a la mente, que no tuve la necesidad de buscar mis lágrimas, salieron solas.

TORO SALVAJE ha dit...

Jo.
M'ha emocionat també.
Quina pena.

Petons.

sargantana ha dit...

striper
dons si noi...de tot hi ha.
sort que encara podem escollir
petons joan

antiqva
jajajaj...pueda que aun no existiera, pero aqui el tiempo se recupera facil...y la curiosidad es un buen camino
no te confies, no te confies...


lisebe
si, estic amb tu
en un moment donat tot pot esser important
jo tambe...jajajaj

anonim

camarada. ja sabeu lo facil que es veure la palla al ull de l'altre

i veure les coses desde la tumbona de casa i dir: oh! que dolens que son!

ens trenquen el cor la fam, les guerres, les injusticies..pero tot des de la distancia, que ja ens esta be.
i ens diem humans........

una abraçada


pakiba
la verdad no se si sabria estar en un sitio asi.
seguro me ocurriria como a ti.
un bes, bonica